13/08/2016
Un misterio en el viento del tiempo. Tal vez él me enseñe a respetar todos los milagros que tienen espacio y carácter único, y que suceden en nosotros con el propósito de hacernos crecer. Son fugaces, pero totalmente accesibles.
El disfrute del momento nos une a esta nuestra realidad llenándonos el pecho.
La vida nos provee con todo lo necesario: oxígeno, calor, luz y oscuridad, energía. Entender que nuestro rededor y nosotros somos una única cosa en constante intercambio. Nutrirnos de ello.
¿Y entonces por qué me falta?
Un vacío en mi interior que amenaza mi felicidad.
¿Dónde está el camino? No lo sé.
Tal vez no pueda prescindir del ser humano querido, tal vez lo necesite siempre cerca de mí.
¿Qué necesita el individuo?
Necesito a mis padres. Necesito a mi hermana. Seguro.
Estar con ellos tranquiliza mi alma. Me da paz.
Pero su energía está en todo lo que me rodea. Está en mí.
Cuando estoy verdaderamente activo no preciso su presencia, es en la quietud dónde les busco.
¿Son entonces imprescindibles para alcanzar la felicidad o no comprendo la compleja intensidad del tiempo liberado?
La mente ocupada se disipa del yo, el yo necesita cariño.
¿Por qué?
El amor no siempre necesita demostración para ser real: mi familia me sigue queriendo, ahora, y su energía emana de ellos aunque yo no esté allí, pues la energía no entiende de límites espaciales ni temporales y llega a su destino porque ellos así lo quieren.
Necesito amor y lo tengo; siempre. Siendo amado puedo disfrutar del yo, de la quietud y de este viaje.
Tengo mucha suerte: la fortuna, entendida como energía positiva, está conmigo, me acompaña. Y es cuantiosa. Muchas personas la proyectan y si me abro a ella su calidez embriagará toda la vida mi corazón.
Abre el alma y disfruta el momento.
¡A cenar!
¡Vaya puesta de sol me espera!