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Vincent


Siempre queda, somos él y él nosotros.

Se ha ido,

para siempre,

de verdad,

y ¿por qué?...

Estoy asustado.

No querría que lo estuviera, diría: “No, disfruta cada instante, son tuyos, tómalos, disfruta porque has amado y porque seguirás amando”. Éramos libres, tal vez demasiado libres, sin límites, sin barreras, sin censuras, sin miedos. Él y yo, dos almas unidas.

Recuerdo cuando se lo dijo a su madre, nos estuvimos riendo durante horas. Entramos los dos al salón, estaba sentada, creo que leyendo, y nos miramos, nos miramos y sin tan siquiera movernos, nos besamos. Él sonrió, yo sonreí, todo esto en fracciones de segundo, apenas un instante, pero tan intenso como puede serlo toda una vida. Le contó a su madre toda nuestra historia, ella no se movió, recuerdo que su cara era todo un poema. No articuló sonido alguno, Vincent le explicó todo, sus vivencias y sentimientos se hicieron palabras en apenas veinte minutos. Yo le miraba, sin decir absolutamente nada, solo sus labios, su pelo, sus ojos, vaya ojos… Me tuve que contener, ya que a cada palabra que pronunciaba, mi amor por él aumentaba. Cuando terminó, me agarró la mano, salimos de la casa y corrimos, corrimos y corrimos, bajamos campo abajo, vivíamos en un pueblo, y también recuerdo, recuerdo, como si lo estuviera escuchando ahora mismo, su grito de libertad… Gritamos un buen rato, cualquiera que nos hubiera visto nos habría tachado de locos, espera, es verdad, un hombre, un hombre nos vio, dudó entre socorrernos o salir huyendo, decidió seguir con su azada…

Entonces fue cuando nuestros caminos dejaron de esconderse entre maleza para salir a campo abierto. Increíble, dos muchachos, de apenas diecinueve años, decidieron abandonar todo, su familia, sus amigos, sus ambientes, para embarcarse en una aventura de diez años… Diez años, diez hermosos años… Tal vez por eso se haya ido, siempre me dijo: “El momento es lo realmente importante, vivir del pasado es estar muerto, vivir del futuro es engaño. Estaré siempre que sea verdad, cuando deje de serlo, no te mentiré, solamente dejaré de estar.” Así ha sido.

Dejamos el pueblo y nos fuimos al mar, a la costa, al aire con arena, a la arena con agua. Nuestro tiempo comenzaba y nosotros alzamos vuelo, al cielo, de verdad así me sentía, como un pájaro, como una nube movida por la brisa. Paseos bajo el sol del atardecer, borracheras en los bares del centro, hacer el amor, escucharnos, vernos, querernos… Fueron unos años estupendos, mi vida dejó de llamarse real, para ser gloriosa. Nos ganábamos la vida trabajando en cualquier cosa que nos propusieran, nos era indiferente, disfrutábamos de todas formas, era divertido, éramos muy jóvenes.

Su mirada siempre fue mi punto de apoyo, era tan poderosa que me elevaba a un nuevo mundo de fantasía………….. Dios mío, es doloroso, muy doloroso, como le he amado, como le amo. Cuando deja de ser verdad, puedes marcharte, cuando sigue siendo verdad, te arrancan lo más íntimo de tu ser, te dejan vacío, sin respiración, sin lágrimas, sin…

No sabes cuánto le echo de menos, estoy haciendo un esfuerzo enorme por levantarme cada día, me duele la cabeza nada más abrir los ojos y…, la luz se marcha lentamente, absorbida por la soledad. La soledad de la verdad.

Hace tres semanas que se marchó, veintidós días. Se fue, no dijo nada, pero sí que dejó su sonrisa, una sonrisa de diez años. En el fondo sabía que algo sucedía, tampoco dije nada, solamente dejé mi sonrisa también.

El amor es único, tenerlo te hace ser especial, perderlo, no, nunca lo pierdes, siempre queda.

Siempre queda, somos él y él nosotros.

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