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Mi querido Rafael


Distan ya tres meses de nuestro último encuentro. El tiempo ha volado desde entonces, pareciese ayer mismo cuando te leía aquel poema de verdes colores. Hoy el acento cobrizo tiñe de cambio el campo y el fin de un ciclo se adivina en el horizonte. Siempre me encantó la luz crepuscular de estos días de otoño, sentados en el porche frente a nuestro rinconcito de mundo, acompañados por todos aquellos cantos de vida, escuchándonos en silencio.

Cuántos años hemos podido disfrutar de esta paz, qué de historias bañan las paredes de cada una de las habitaciones. Pienso en los sueños que cumplimos y en los que se cumplirán, en nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos. Disfrutarán de esta casa tanto como lo hicimos nosotros y no hay mayor felicidad para una madre que sentir su nido lleno de vida.

El pasado siempre nos acompaña, sin necesidad de recrearlo impele nuestro espíritu hacia nuevas experiencias. Es gracias al pasado, cargado de pensamientos, emociones y sentimientos, que lentamente nos acercamos a la plenitud, aunque sólo dedicándonos al presente podemos llegar a alcanzarla. Me alegra tanto que te hayas decidido a intentarlo, siento fuerza crecer en tu interior y es maravillosa. Estás en el camino y, como ya has podido comprobar, éste rebosa oportunidades para reencontrarnos con nosotros mismos y nuestra felicidad.

Es por ello que escribes estas palabras, es tiempo de crecer y ahora necesitas hacerlo por ti mismo. No dejes de cuidar a tu amigo español y sigue con las clases de pintura, es un buen grupo. Ayuda a Carlos en esta nueva etapa, el trabajo le está distanciando de Carla y los chicos. Necesita un guía y qué mejor referencia que su padre. Y por último, invierte el dinero de la indemnización en una nueva moto. Sabes que no fue tu culpa, ni tampoco fue culpa de la moto, sino un accidente. Es el momento de hacer frente al miedo, cariño. Solo así podrás volver a respirar libremente. Las pasiones son el motor de nuestros días, no podemos renegar de ellas. Yo amaba tus pasiones y fui muy feliz compartiéndolas contigo. Es el momento de que retomes ésta; por ti, por mí.

Esto no es un final, nuestras almas se acompañarán más allá del tiempo, pero sí es un ciclo que concluye. Hace dos años que me fui y doy gracias de haber podido continuar a tu lado este tiempo; ahora hay que despedirse. Ésta es la última carta que te leeré y tú escribirás. Ésta es la última vez que te visitaré, mi amor.

Rafael, qué decirte que no te haya dicho ya. Has sido el amor de mi vida, igual que yo lo he sido de la tuya. Me siento tan afortunada de haber compartido contigo un mismo río, tan agradecida por todos los momentos mágicos que han coloreado mis días; tus miradas, tus silencios, tus sonrisas. Yo también me voy con una sonrisa en la cara. Dejo este mundo sabiendo lo feliz que he sido. Estoy llegando al mar y entonces me fundiré con la inmensidad del infinito. Tú, mi amor, tienes una vida por delante. Estrellas te quedan por descubrir; sencillamente, abre bien los ojos y disfruta de la luz que irradien.

Vive.

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