"Inventamos los dioses para dar cuerpo a nuestra existencia y los reinventamos para continuarla"
- Ya sabes que dispones únicamente de cinco minutos, Áxel.
No había nadie en la sala, pero eso Áxel ya lo sabía. Tampoco más puertas a parte de la que él había usado para entrar. No había ventanas, ni suelo. Era una habitación etérea.
- Lo sé – respondió el chico-. Seguidamente, una pequeña pausa manifestó la densidad de la situación. Fue Dios quién rompió el silencio – Cuéntame, ¿qué has venido a buscar?
Eran tantas las preguntas y tan escaso el tiempo. Por esta razón, Áxel se había estado preparando tan cuidadosamente durante tantos años. Todo el mundo tenía la posibilidad de solicitar un encuentro con Dios a lo largo de su vida y este era su momento. Se sentía preparado, no quería esperar a la vejez como mucha gente le había recomendado, necesitaba respuestas y sus casi veintidós años no iban a suponer un problema.
– Me gustaría saber qué o quién eres. – Ya había escuchado la respuesta cientos de veces antes, pero necesitaba escucharla de su propia voz. – Aunque te parezca mentira, Áxel, me encanta escuchar preguntas inquietas y supuestamente ya respondidas. Te sorprenderías las veces que mantengo conversaciones en las que no me hacen ni una sola pregunta sobre mi existencia – Dios hablaba en un tono pausado y profundo, pareciese que su voz estuviera en cada partícula de aire a su rededor. – Soy tú, Áxel. El aire que respiras, la sangre que circula por tus venas, tus ojos, tus manos – Áxel sentía que todo su entorno cobraba vida a medida que Dios hablaba. – También soy la lluvia. Y Reinaldo, tu gato, también soy él. Soy la electricidad de tu cuerpo y la energía en forma de voz que sale de tu boca. En definitiva, existo siempre que exista la vida y sin ella dejo de existir.
Sin lugar a dudas, ésta era la respuesta que hizo creer al mundo de nuevo en Dios. La guerra entre pueblos dos mil años atrás llevó a la humanidad al borde de su extinción y fue entonces cuando comenzó la emigración. Decenas de planetas habitables empezaron a poblarse con colonias que no habían sido capaces de coexistir en un único mundo. Entonces reapareció el concepto de raza. Dos mil años después y habiendo vivido en condiciones tan dispares, ahora era una realidad. Ya no existía una única especie humana. La emigración fue la única solución posible al conflicto y fueron los dioses quiénes abogaron por ella. Habiéndose mantenido ocultos desde el principio de los tiempos, tuvieron que aparecerse para restaurar un nuevo orden mundial y, de esta manera, salvar al ser humano.
- ¿Existen más Dioses? – preguntó de nuevo Áxel. – Sí, existen más Dioses – respondió Dios – ya nos conoces. Somos cinco. - Áxel era también consciente de esto, pero nunca le había convencido la respuesta. - Pero, si tú eres todo, ¿qué son ellos? – replanteó Áxel. - Lo mismo, pero diferente – comenzó Dios – Es un concepto muy amplio para vosotros, no entenderíais su explicación. Siento no poder responderte.
A lo largo de los años, eran muchas las personas que habían hablado con Dios y, como no podía ser de otra manera, muchas de las respuestas eran ya conocidas. Sin embargo, a Áxel no le importaba, prefería ser él mismo quién formulara esas preguntas y escuchara esas respuestas. – ¿Por qué no os aparecisteis antes? – preguntó Áxel – ¿por qué esperasteis a que la humanidad estuviera al borde de la autodestrucción?
- No nos teníamos que aparecer, no estaba previsto – empezó Dios – pero fue la única manera de evitar lo inevitable. No existía otra posibilidad, la raza humana ya no creía en nada ni nadie. Necesitabais esperanza. – Áxel se quedó unos segundos en silencio analizando la respuesta dada. ¿Nuestra existencia se reduce a la esperanza?, - pensó -, ¿acaso somos incapaces de vivir libremente en sociedad sin algo en lo que creer? Si dependiese de nosotros, ¿se volvería a repetir el desastre? Demasiadas preguntas y poco tiempo. Áxel se preparó para lanzar su quinta y última pregunta, la más importante para él. De nuevo sabía su posible réplica, pero esperaba sacar de ella algo más. – Si sois toda la vida existente, controláis lo que nace, vive y muere y podéis modificarlo, ¿por qué entonces hay gente que muere de hambre cuando el mundo está lleno de alimentos?, ¿por qué hay niños que pierden la vida por un disparo de una guerra que no era suya?, ¿o por qué una mujer puede ser violada por un ejército de hombres sin que nada lo impida?
Áxel sabía que esta pregunta podía interpretarse como un ataque, pero no tenía miedo de lo que pudiera suceder.
- Áxel, sabes la respuesta, en tu mano está lo que hagas con ella. – Un silencio sepulcral inundó el siguiente espacio de tiempo. Áxel no pudo digerir lo que acababa de escuchar hasta pasados unos largos segundos. – Sois lo que sois y aún os queda mucho por ser – continuó Dios – el camino os enseñará lo amargo y dulce de la vida y, precisamente, esto es lo que os hace humanos. Vuestra existencia transciende mucho más allá de lo que imagináis porque en vosotros se concentra todo lo infinito del Universo. – Dios hablaba con una tranquilidad pasmosa, lo que alteraba incluso más a Áxel – ¿Quién dijo que el camino sería corto? Os estáis haciendo, una raza necesita de muchos cientos de miles de años para evolucionar y la evolución se desarrolla a base de error y acierto. Es vuestro camino, tenéis que andarlo vosotros.
Nosotros somos simplemente vosotros, Áxel, está en vuestra mano el futuro de todos… Sé que ahora no lo entiendes, no puede ser tan fácil, pero Áxel, sabes la respuesta y cuando la entiendas, en tu mano está lo que hagas con ella.
De nuevo, el silencio se adueño de la estancia. Era demasiada información para asimilar, incluso temía poder olvidarla. Áxel era consciente de que el tiempo corría y de que no podía dejar pasar segundos vacíos. Como pudo se recompuso y volvió a intentar una última acometida.
- Antes has dicho que ya os conocía, pero no es así – dijo – Únicamente te conozco a ti.
- Áxel, ya ha acabado tu tiempo, siento no poder responderte, pero hay otra mucha gente que también tiene preguntas que buscan respuestas – concluyó Dios – Espero que nuestra conversación haya resultado ser lo que esperabas.
Áxel inmediatamente entendió que la conversación había finalizado. – Sí, me ha sido de gran ayuda. Muchas gracias por la oportunidad – terminó diciendo el chico. – A ti por tu interés – respondió Dios. – Disfruta de tu vida, Áxel, es demasiado valiosa para olvidar lo efímera que es. – Áxel asintió y sin decir palabra salió de la habitación, cerrándose la puerta tras él. Su sensación era extraña, ¿qué acababa de suceder?, - reflexionaba Áxel para sí -, ¿qué respuesta sabía y por qué era tan importante lo que hiciera con ella? Todo era tan confuso…
La sala estaba vacía de nuevo, impoluta, como si Áxel nunca hubiera estado allí. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco segundos. En medio del silencio, un pequeño silbido apenas perceptible se dejó oír en la estancia. Otra puerta se había abierto, alguien más estaba en la habitación.