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¿Conoces a alguien que no tenga redes sociales?


Escuchemos el silencio que nos habla

“Me quité el whatsapp durante unos días... No estaba tan a gusto en mucho tiempo”

La naturaleza del ser humano es social, necesitamos contacto con otros individuos para crecer como personas y desarrollar la totalidad de nuestras capacidades. Los mejores recuerdos nacen de momentos compartidos, se originan a partir de otros seres humanos, ya que son ellos, los otros, los que despiertan en nosotros sentimientos y emociones. Las relaciones sociales son el alma de cualquier ser vivo, sin ellas perderíamos, en gran medida, nuestra verdadera esencia; no reiríamos; ni lloraríamos; tampoco sentiríamos cariño; amistad o amor. En cierto sentido, sin las relaciones sociales moriríamos y, sin lugar a dudas, gracias a ellas vivimos.

Si bien es cierto esto, también lo es que como seres individuales necesitamos momentos personales, propios. Es en estos momentos cuando somos realmente nosotros. En compañía, el otro nos influye y ambos somos un resultado compartido; en soledad, no tenemos más que nuestro cuerpo, experiencias, conocimientos, pensamientos y verdades. No hay comportamientos modélicos ni respuestas preparadas, no existen los agradecimientos ni las mentiras, todo lo que somos retumba en nuestro interior y si escuchamos en silencio comprobaremos que es así. Es por ello que estos momentos son igualmente imprescindibles en la construcción del ser humano. Necesitamos escucharnos de vez en cuando para saber quiénes somos, cuáles son nuestros miedos y en que nos estamos convirtiendo. Este silencio que nos habla es la prueba de que estamos vivos, de que somos únicos y de que a lo largo del camino siempre tendremos un aliado.

Estamos en la era de la información, de lo digital, de la comunicación inmaterial. Vivimos en constante intercambio, flujos de datos que simbolizan nuestras verdades se disparan cada fracción de segundo y nuestra realidad se construye en mensajes de no más de 140 caracteres.

El mundo ha evolucionado hacia un paradigma virtual exento de barreras y propicio al continuo desarrollo. Internet, las redes sociales, el whatsapp, los blogs son algunos ejemplos del nuevo sistema, una nueva manera de comunicación que, en muchos sentidos, ha encapotado la tradicional vía de relacionarse.

¿Y en qué ha derivado todo esto? En que no hay día en el que seamos simplemente uno mismo, día en el que no haya un otro. Hemos dejado de ser individuos individuales, para ser individuos colectivos supeditados al conjunto. Nuestra generación se ha construido bajo una necesidad de comunicación continuada. Vivimos para contar lo que somos, lo que hacemos y sentimos, lo que queremos u odiamos. Nuestra vida son nuestras fotos y nuestras ideas nuestros tuits. Nuestras conversaciones, nuestros whatsapps. Hemos desarrollado una dependencia a saber del otro, a controlar, a querer ser preguntados, a necesitar ser hablados y, en definitiva, a vivir conectados.

“Yo utilizo el whatsapp cuando quiero, no dependo de él, pero cuando hablamos estoy constantemente mirándolo y escribiendo”

Estamos perdiendo momentos propios, charlas con nuestro interior, días de anonimato, personalidad, curiosidad por conocer aquello que ahora ya conocemos, conversaciones, individualidad, misterio… Aunque pueda parecerlo, esto no es una crítica, es un llamamiento. Veo que perdemos más de lo que ganamos y creo que podemos aprender. Seamos conscientes de dónde estamos y podremos compaginar todo lo que queramos, respetando nuestra naturaleza, entendiendo el fin último de las relaciones sociales y siendo seres humanos sociales e individuales, pero no colectivos.

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