La sociedad existe desde el momento en el que dos seres humanos se encuentran por primera vez. Han de convivir, marcar límites, adquirir funciones y establecer propiedades. Todo ello con un único objetivo: sobrevivir; porque como decía Hobbes, “el hombre es un lobo para el hombre”, y siendo así, es necesario un entendimiento que “asegure” la supervivencia.
Han sido muchas las civilizaciones que han organizado al hombre a lo largo de la historia, cada una de ellas respondía a un momento histórico concreto, a unas necesidades sociales y a un entendimiento de la realidad determinado. Por desgracia, Hobbes no desvariaba demasiado en su premisa, y el ser humano nunca ha gozado de verdadera libertad en sociedad. La libertad es aquello que nos permite vivir en condición de ser humano, la libertad de uno acaba donde empieza la del otro, pero en igualdad de condiciones, no es justo que la partición de libertades sea desproporcionada. Pero así ha sido, siempre.
La sociedad esclavista del Antiguo Egipto, las monarquías feudales de la Europa Occidental, el incipiente capitalismo de la Inglaterra del siglo XVII no han sido otra forma de organización social que una clasista, donde unos ostentaban el control y otros la ejecución, siendo esta distribución ajena a los conceptos de equidad y justicia. Es por ello que el ser humano ha lidiado en una lucha constante por sus derechos y libertades a lo largo de la historia, generando de esta manera una evolución social que nos lleva hasta nuestros días.
Faraones, señores feudales, burgueses y, ahora, grandes capitales. Estamos en 2015, iniciando prácticamente el nuevo milenio y todavía hoy seguimos en una sociedad clasista. El sistema capitalista generado después de la Segunda Guerra Mundial, orientado a la reconstrucción física y social de gran parte de Occidente, estaba diseñado para gestar prosperidad y libertades colectivas, pero, de igual manera, para perpetuar unas elites empoderadas y poseedoras del control social. Se funciona bien, en libertad de expresión, de acción, de movimiento, pero siempre dentro de los límites establecidos. Así era hasta ahora y así sigue siendo, pero algo ha cambiado. Desde las Primaveras Árabes (aunque no dudo que el preludio fuera provocado por fuerzas externas y con objetivos distintos), se han ido sobreviniendo una batería de movimientos sociales que desde hace algunos años tienen su reflejo en el mundo occidental. El 15-M en España, el Movimiento Occupy iniciado en EEUU, Yosoy132 en México, Occupy Gezi en Turquía y las protestas en Brasil de 2013 son algunos ejemplos.
¿Y qué reclaman estas millones de personas en todo el mundo? Un cambio. El ser humano, por primera vez en su historia, exige tener voz real sobre el funcionamiento del sistema, ya no somos simples ciudadanos que fluctúan en el cauce marcado, ahora queremos gestionar nosotros nuestra propia sociedad, tomar nuestras propias decisiones y delegar en nuestros gobernantes, únicamente, la ejecución de las mismas. Una marea ciudadana se ha levantado en todo el mundo. Un nuevo cambio se está gestando. Un nuevo periodo histórico está por venir.