Todo comenzó en el penúltimo mes de 2013. El día 20 de noviembre, el Gobierno de Ucrania suspendió la firma de los Acuerdos de Asociación y Libre Comercio con la Unión Europea, alejando definitivamente al país eslavo del modelo occidental europeísta. Al día siguiente, varios manifestantes emprendieron una serie de protestas en la Plaza Independencia de Kiev con un objetivo primario: mostrar su malestar por los escándalos de corrupción del gobierno ucraniano, así como por sus políticas económicas-sociales, y rechazar la negativa del ejecutivo, Mikola Azárov, de firmar el largamente negociado Acuerdo de asociación de Ucrania con la Unión Europea. Las protestas, en muchas ocasiones en forma de disturbios civiles, fueron cobrando fuerza a medida que el conflicto político se radicalizaba, hasta que en febrero de 2014 cayó el gobierno de Víktor Yanukóvich, obligando al presidente a exiliarse a Rusia.
La revolución del Euromaidán (Euro: Europa, Maidán: plaza en ucraniano) marcó el nacimiento de nuevas juntas europeístas en Ucrania y, consecuentemente, el incremento de fuerza por parte del Viejo Continente en tierras rusas. Por contra, en el este del país, región fronteriza con Rusia, fueron varias las localidades que optaron por continuar con un gobierno prorruso, llegando incluso a anexionarse directamente a la misma potencia. Desde entonces, el país ha quedado dividido e inmerso en una lucha encarnizada que ya se ha cobrado la vida de cientos de personas.
¿Dónde está hoy Ucrania? Sumida en una guerra, ¿civil?, desde luego son muchos los civiles que han tomado las armas, pero ¿realmente hablamos de un pueblo enfrentado?
Ucrania, al igual que un alto porcentaje de los países eslavos, posee un doble sentimiento de pertenencia. Su historia ha sido un puente entre ambos continentes y, en cierto sentido, una muralla divisoria entre dos modelos socio-económicos diferentes. Su geografía no incumbe únicamente a su pueblo, lamentablemente su valiosa posición geoestratégica transciende el interés nacional y hace del país una cuestión internacional.
Ucrania, desde finales de marzo de 2012, fecha en la que se firmó un primer acuerdo de asociación con la UE, ya apuntaba hacia una unión socio-económica con el Viejo Continente. En primera instancia, el acuerdo no se ratificó, quedó aplazado por líderes de la UE hasta la resolución dentro de fronteras nacionales de la situación de «marcado deterioro de la democracia y del imperio de la ley». Pero esta premisa no se cumplió y dicha situación sirvió de estímulo a Rusia para incrementar su presencia y disposición en el país.
Muchas han sido las víctimas del conflicto. Muertos, desplazados, refugiados y otros tantos que han visto sus vidas completamente rotas. Personas que, sin más pretensiones que vivir su día a día, se han visto inmersas en una guerra que no era suya, por unos intereses que no les interesan y unos ideales que no les mueven. Ucrania es Europa y en Europa está habiendo muertos. Se está librando una guerra entre potencias y parece no tener importancia porque no lleva sus nombres. Ya aprendieron de la Guerra Fría y parece dar resultado, mientras que los muertos sean indirectos toda guerra tiene un porqué, una explicación racional.
Pero esos muertos no dejamos de ser nosotros, no creamos en la inviolabilidad, porque hoy tal vez no seamos el punto de mira de ningún interés, pero puede que mañana sí. Sus muertos deberían ser los nuestros, nosotros no somos potencias, somos ciudadanos y por ello debemos andar por el mismo camino.