Como funciona la sociedad es un teatro, la verdad está lejos de las butacas.
Telediarios que nos muestran una realidad paralela a lo real, informativos y reportajes de algo preconcebido que debemos creernos y aceptar como lo que realmente sucede en el mundo. NO.
¿Estar informado? ¿De qué? ¿De las disputas entre partidos políticos? ¿De si sube o baja tal o cual valor en bolsa? ¿De si otro banco ha entrado en quiebra? No me lo creo. Es una cortina de humo.
No existe la “crisis”. Por supuesto que no. La materia ni se crea, ni se destruye, se transforma. ¿En qué? En un yate, en una nueva cuenta en las Islas Caimán, deportivos, mansiones, islas paradisiacas…, robo. No me gusta que me roben. Menos, que me roben y además después me vendan la moto.
Simplemente, fuerzas económicas. Multinacionales, gobiernos, monopolios, oligopolios en una lucha constante por su supervivencia. Los máximos responsables de las agencias de calificación son los principales propietarios de las grandes multinacionales del mercado. Califican sus propias empresas, crean sus propias cuentas, entran en números rojos y después consiguen AAA. Entre tanto nosotros les hemos rescatado unas cuantas veces. Río.
Es un juego en el que el más listo consigue el mejor precio, el máximo beneficio, y en donde el menos aventajado pierde cada vez un poco más de su ser, de su persona.
¿Por qué, tan si quiera, plantearnos lo que nos venden, si desde el principio sabemos que no es más que un show? La pregunta no es si los recortes están bien o mal hechos, si los desahucios están justificados o si las políticas para salir de la “crisis” son las más acertadas. Estas no son las preguntas, porque estas son las preguntas que quieren que nos hagamos. Nos distraen. Todo esto no tiene cabida, no. El problema es la raíz, como funciona la sociedad es un teatro.
Para generar riqueza se necesitan, por regla general, efectivos, personas. Las grandes empresas tienen una cantidad de trabajadores, las multinacionales otra, los gobiernos otra y cada fuerza económica otra distinta. “Todos” somos activos del mercado, cada uno para un dueño. El ideal es que todos estos activos no sean más que esclavos, máquinas limitadas al trabajo, carentes de derechos y de ideas, alejadas del bienestar y atemorizadas. Miedo.
Te exprimo y te someto. ¿En qué vas a pensar? En reivindicar ¿Perdón? En trabajar para dar de comer a mis hijos. Bien. Es lo único que vas a hacer. Miedo.
Cada vez que hay una “crisis” el número de personas con dinero aumenta considerablemente. Nuevos ricos. No se sabe cómo. Río.
Tengo dinero en el banco. No lo toco. Desaparece. “Crisis”. No me lo devuelven. Me piden que les dé el dinero que ha desaparecido. Dos por uno. Y esto lo defienden todas nuestras fuerzas representativas, ellos subidos a las tablas representan la función. No lo quiero.
No tengo más que encender la televisión para ver a cualquier político, cualquiera, hablando de la crisis, de lo necesario para salir de ella, del esfuerzo que todos tenemos que hacer. La apago. Merkel, Rajoy, Obama, Rubalcaba. Los apago. No puedo escuchar a aquel que, sin ningún tipo de vergüenza, pasa por alto mis libertades, derechos, los de aquellos que me rodean; veo cómo manipulan y oscurecen; como le dan forma y ocultan la realidad, lo que sucede fuera del teatro. Democracia. No puedo, no quiero si son ellos mismos los que abogan por doblegarme.
Nos dirigimos hacia una nueva era. ¿Por qué Alemania ya no está en crisis? Porque ya se ha sometido a la reestructuración de su sistema, han dejado de formar parte del Estado del Bienestar para pasar a hacerlo del Estado del Trabajar. Trabajos precarios, pero no uno ni dos, tres o cuatro necesarios para poder comer. Privatización. El nuevo paradigma sobre el que nos movemos.
Si no entendemos cómo realmente actúan nunca podremos hacerles frente. Si nuestra realidad es la que ellos nos muestran, tampoco, no seremos capaces, estamos dentro de su juego.
Hasta aquí. Esto no es una “crisis”, es una reestructuración.
Necesitamos tomar el control. Necesitamos ser personas. El sistema democrático ya no vale.