¿Representantes? ¿Cuatro años? ¿Políticas por políticos? ¿Por qué no construir nosotros?
Distintos han sido los sistemas organizativos que han modulado el desarrollo humano. Desde aquellos “hombres-mono” que únicamente juntaban sus fuerzas para comer, para sobrevivir en su día a día, hasta aquellos “hombres con barba” que hoy por hoy someten a toda una población mundial bajo sus creencias y cálculos, sin olvidar, por supuesto, todos esos regímenes esclavistas, dictatoriales, comunistas y feudales, entre otros, que han mediado a lo largo de los años.
Nos quejamos de fraude y estafa, mentira, perdida de derecho y es verdad, pero ahí no está la base del problema. Chocamos contra un muro porque intentamos saltarlo, pero no somos conscientes de que realmente es necesario derribarlo. Estas personas están y más tarde estarán otras. El verdadero punto de fuga, el origen y el fin, es que, según la democracia, necesitamos estas personas. Necesitamos representantes.
Parece suficientemente demostrado que la cúpula democrática de poder está enferma, no es humana porque se aleja de la vida que queda por debajo de ella. Se ha estructurado de tal manera, que únicamente aquellos pacientes virulentos pueden acceder a su interior. Entonces, ¿por qué no eliminar esa cúpula y simplemente quedarnos con nosotros mismos?
Tal vez sea ese el verdadero cambio que necesitamos.
Por qué estamos dónde estamos? ¿Por qué perdemos cada partido que jugamos? Porque jugamos en un deporte con reglas viciadas y obsoletas. No podremos ganar si seguimos representando dentro de su teatro.
Cuatro años. Hablamos cada cuatro años. Eso es la democracia: ceder nuestro derecho de estructurar nuestra sociedad, nuestra sociedad, a unos hombres que supuestamente comparten nuestras ideas, objetivos y principios, pero que no nos preguntan más que una vez en toda su legislatura. ¿Pero por qué lo hacemos? ¿No somos nosotros médicos? ¿No somos jueces? ¿Tampoco somos economistas? ¿O policías? Sí. Sí lo somos. Juntos y desde nuestra palabra podemos proponer y hacer lo que de verdad queremos tener.
Los representantes aparecen cuando ya son varios los que quieren opinar. Hasta no hace mucho, imposible era el poder escucharnos todos y llegar a algo común, ¿cómo hacer para juntar todas esas ideas y construir a partir de ellas? No se podía y por ello delegábamos nuestra palabra. ¿Pero hoy? ¿No twitteamos con New York? ¿Es qué no hay Blogs en los que participamos junto con ciudadanos marroquíes? Estamos conectados, todo el planeta, aprovechémoslo.
En la Antigua Grecia y en Roma se planteó una democracia directa “selectiva”, una democracia en la que todos aquellos ciudadanos varones, libres y de un cierto poder adquisitivo podían generar, votar y denegar leyes. En Suiza, ya desde el siglo XIX, se favorece una democracia mucho más abierta en la que los ciudadanos pueden votar las leyes del Congreso e incluso generar propuestas. Ambos casos son variantes intermedias, pero necesitamos un paso más.
Cuando hace cientos de años se idealizaba acerca de la igualdad entre hombre y mujer, se tomaban por locas aquellas apuestas, no eran realistas. Cuando el primer defensor de un sufragio universal para todos se manifestó fuera de su silencio, posiblemente le diagnosticaran algún tipo de contagio y le aconsejaron guardar reposo. Cuando se habla de la oportunidad de dejar de ser dependientes, de dejar de ser representados, para ser nosotros nuestra propia voz, hoy día se habla de utopía. No creemos en lo que somos. El tiempo dirá.
Profesores de España, individualmente o de forma grupal, generan proyectos de educación, pero no cada cuatro años, sino cada vez que lo consideren conveniente. Ellos saben lo que más educativo puede ser para el ser humano, o al menos lidian con ello cada día y son conscientes de las necesidades reales que se presentan. Evidentemente, no tienen todas las respuestas en sus manos, pero posiblemente hablen con el corazón, con aquello por lo que luchan, y sus propuestas serán por consiguiente realmente interesantes. No son políticos sentados en butacas dentro un congreso los que hacen la educación, son profesores sentados delante de alumnos.
Se escribirán muchos modelos educativos y se colgarán en la red, en espacios oficiales y cuidados que hagan las veces de asamblea, donde las propuestas más votadas, las que elija la mayoría de estos especialistas, serán presentadas al resto de componentes de la sociedad. Cinco propuestas, por ejemplo, debidamente explicadas para el común del pueblo, que serán votadas por todas aquellas personas que quieran ser partícipes de la educación de su país. Ya tenemos educación.
Lo mismo con la sanidad, la seguridad, el empleo, la agricultura y las demás vertientes que hacen el todo. Pero, ¿quién dice cuánto dinero se destina a cada una de estas ramas? También nosotros. Decidimos si queremos que un veinte por ciento de nuestro presupuesto público, el que sale de nuestros impuestos, vaya a educación y un quince a sanidad, o que nuestros servicios sociales tengan un cinco y un diez por ciento nuestro turismo.
Tenemos todo lo necesario para hacer funcionar la máquina. Cada cual sería capaz de pensar, organizar y desarrollar aquello por lo que ha decidido formarse. El capital público se decidiría, también por mayoría, de qué manera se quiere aportar, si proporcional, si no, si mil o a partir de seiscientos en adelante. Los economistas dibujarían las alternativas posibles con esos fondos y serían honestas, porque seríamos nosotros los economistas. Y permitidme, pero nosotros no somos malos, solo estamos asustados.
Evidentemente, no es tan fácil como aquí se plantea, pero indudablemente, no es tan difícil como creemos que es.
Todas las piezas del reloj harán que la manecilla torne a su derecha y solo nosotros tendremos el poder de no romper el mecanismo. La democracia venció hace tiempo, busquemos un nuevo futuro sustentado en nuestra palabra. Apostemos por una sociedad de todos y no de unos pocos.
Tenemos ideas, siempre, aportamos unos impuestos, generando entonces nuestro presupuesto. Dibujamos proyectos. Tenemos una sociedad.